MARCIO BARBOSA

(Diario Marca 1-12-2007)

Hay jugadores que han pasado a la historia por marcar goles legendarios. Las más de las veces, nadie se acuerda del portero que los recibió. No fue ése el caso de Marcio Barbosa, que pasó a la posteridad por ser el arquero brasileño al que Ghiggia batió en el 1-2 del Brasil-Uruguay, el tanto que desencadenó el Maracanazo del Mundial de 1950, cuando la selección charrúa se llevó el título frente la favorita y anfitriona y ante 200.000 enfervorecidos seguidores.

Para la opinión pública brasileña su portero cantó, a pesar de que el uruguayo Ghiggia reconoció hasta la saciedad que Barbosa no pudo hacer más en el gol, que se tragó el engaño, pero eso no evitó que desde aquella tarde del 16 de julio de 1950 sufriera el desprecio popular y lo sintiera en sus propias carnes, como comprobó treinta años después, cuando se cruzó con una madre con su hijo por la calle y escuchó cómo la madre se dirigía a él diciendo: "Hijo, ése es el hombre que hizo llorar a Brasil".

Y es que él siempre supo que sólo sería "absuelto por la justicia divina, porque por la de los hombres sé que seré un eterno condenado condenado", repetía cuando se le preguntaba por aquel fatídico gol, que empañó la que era hasta entonces una brillante carrera.

Barbosa intentó reivindicar su memoria con un acto simbólico, quemar el larguero y los dos postes de la portería que defendió, cuando se los regalaron tras una remodelación en Maracaná. De nada sirvió, porque en 1993, cuando fue invitado por una televisión a presenciar un entrenamiento de la selección, un empleado le expulsó de las instalaciones acusándole de gafe: "sólo trae mala suerte".

Murió el 7 de abril de 2000 pobre y olvidado, penando "durante 50 años por un crimen que no cometí" , palabras que a modo de epitafio recuerdan a Barbosa, el meta del Maracanazo.